Colaboraciones

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Mi cuerpo seguirá siendo tu lienzo por Isabel Salas

Mi cuerpo seguirá siendo tu lienzo por Isabel Salas

Siento que con cada beso la boca se me deshace. Abro los ojos y te encuentro. Alcanzo a ver tus ojos cerrados, los movimientos de tu boca. Tu lengua que sale y lame mis labios. Abres tus ojos, miras a los míos. Ambos sonreímos y volvemos a besarnos. A acariciar nuestras espaldas, a sentir nuestros sexos juntos, nuestras piernas enlazadas.

Dos chocolates y un tamal, por Isabel Salas

Dos chocolates y un tamal, por Isabel Salas

Helena está absorta en su reflejo. Mira sus cabellos rojizos, la línea negra que bordea sus ojos. El rojo intenso de sus labios y el azul turquesa del vestido tipo sastre que decidió ponerse hoy. Lleva 15 minutos allí, sentada en una silla de madera y apoyando sus brazos sobre la mesa, también de madera.

Ventanas por Isabel Salas

Ventanas por Isabel Salas

Llegó hace 4 días. Parece que sus lágrimas son infinitas. Llora y se traga los mocos. Tiene el hábito sucio, maltrecho. Los cabellos finos y negros, desordenados. Se sentó en un rincón, con las piernas dobladas y una expresión de tristeza que no había notado antes en ninguna de las que han pasado por aquí.

Dejar el barrio

Dejar el barrio

Desde hace unas noches, al acostarme, viene la imagen recurrente de García Márquez viajando con su mamá para vender la casa: “no tuvo que decirme cuál”, escribe Gabo en sus memorias, “porque para nosotros sólo existía una en el mundo, la vieja casa de los abuelos de Aracataca”.

Autogol

Autogol

Sé que no has dejado de pensar en ese día, en ese instante en que viste cómo se elevaba el balón y se dirigía directo a tu cabeza. Todo sigue tan claro, tan diáfano, que aún, a veces te interrumpe el sueño y te despiertas con esa sensación indefinible, entre estar triste o feliz. Ha pasado tanto tiempo y ese recuerdo es tan caprichoso, como el de las mujeres que pudiste llevarte a la cama y despreciaste o te despreciaron, o como el de los viajes que no hiciste por miedo o por pereza.

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