Por fin el hombre está sentado frente a mí. Ha pasado tanto tiempo, no recuerdo cuánto. La última vez que lo vi era un niño y ese rostro joven que venía como una ráfaga de vez cuando, con el tiempo se fue haciendo borroso, pero ahora que él está sentado en la sala de mi casa y reconozco, en esa cara, tatuada por el paso de los años, algunos rasgos de la época en que me enseñó a montar en bicicleta, o cuando nos íbamos de paseo en el Renault seis rojo para la finca de su primo en Buga.

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La suerte del paraguas
Por estos días en que a la ciudad se le rompió el cielo y cae la lluvia lenta y segura sobre las calles y el viento corre a una velocidad de miedo, es imposible no pensar en la suerte del paraguas.
Comedor
Hace poco murió un amigo de infancia. Aunque no lo veía desde hace mucho, cuando recibí la
noticia, sentí un vacío en el pecho y de repente mi vi jugando de nuevo con él en las calles de
mi barrio, cuando venía a pasar vacaciones a mi casa desde Buenaventura.

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