Ventarrón: ‘Vibraciones en el aire’ por Isabel Salas

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Cuando era niña mi papá me leía los periódicos y mi mamá los cuentos. Con sus voces, ambas fuertes, amplias y con todo tipo de entonaciones, recreaba en mi cabeza la vida real y las ficciones, escucharlos, en silencio, y sorprenderme a mi misma con las imágenes mentales que sus palabras y sus voces me […]
Comunicadora social de la Universidad del Valle, especialista en comunicación estratégica de la Universidad Sergio Arboleda y magíster en Gestión Pública de la Universidad de los Andes.
Imagen: NASA

Cuando era niña mi papá me leía los periódicos y mi mamá los cuentos. Con sus voces, ambas fuertes, amplias y con todo tipo de entonaciones, recreaba en mi cabeza la vida real y las ficciones, escucharlos, en silencio, y sorprenderme a mi misma con las imágenes mentales que sus palabras y sus voces me dejaban fue siempre un regalo.

Quizá por esa relación infantil con la lectura en voz alta han pasado en mi vida varias cosas:

La primera y más importante: me convertí en lectora, adoro leer, en voz baja y alta, y además, adoro leerle a otros.

La segunda: tengo miopía y astigmatismo, y por eso, tengo un temor profundo (y tal vez irracional) a quedarme ciega. Imagino esa posibilidad y se me mojan los ojos, quedarme sin ver el mar, el cielo y las estrellas, la cara de la gente que quiero, las montañas. Quedarme sin leer, sin leer con los ojos, sin leerle a otros.

Y la tercera y más, digamos, particular: siempre me enamoro de hombres con voces encantadoras, fuertes, amplias, algún reflejo del complejo de Electra, dirán algunos. Y me enamoro, además, de hombres dispuestos a leerme. Ya perdí la cuenta de todo lo que he leído gracias a mis historias de amor, pero recuerdo con total fascinación una lectura de ellas: ‘Cosmos’ de Carl Sagan. Un libro publicado en 1980 y con más de 350 páginas que leí, y me leyeron, hace unos 15 años.

Este libro, bellamente escrito, narra la historia del cosmos, del universo, se acompaña con impresionantes (para la época de publicación) ilustraciones y fotografías que dan cuenta de la creación y evolución de las galaxias, de los soles y las lunas que abundan en el espacio, de su existencia y muerte. De los viajes espaciales y de la infinita inquietud humana por conocer y entender lo que le rodea, más allá del planeta que habitamos.

Una de las cosas más bellas de ‘Cosmos’ es el nombre de sus capítulos, Sagan, como gran narrador que es, dividió este libro en 13 capítulos con nombres que, en su mayoría, son una sentencia y se quedan retumbando en la cabeza de quien los lee y los escucha, su intención es clara: dejarnos pensando en lo infinito, inabarcable y mágico que es el universo, y a la vez, en lo minúsculos e inquietantes que somos como especie, ante él.

‘Una voz en la fuga cósmica’

‘Blues de un planeta rojo’

‘El filo de la eternidad’

‘La persistencia de la memoria’

‘¿Quién habla en nombre de la Tierra?’

Son los nombres de algunos de los capítulos, que bien podrían ser el nombre de una pintura o de una canción. Arte.

Hay que decir también que ‘Cosmos’, el libro, se basa en una serie de televisión del mismo nombre, pero con apellido: ‘Cosmos: Un viaje personal’, emitida en los años 80 y escrita por Carl Sagan, junto con Ann Druyan y Steven Soter.

Sagan (astrónomo, astrofísico, astrobiólogo y escritor), además, era narrador y presentador de la serie, verlo, es como escucharlo leer en voz alta.

Colofón: En el mundo de las conmemoraciones en febrero se celebran el Día de la niña y la mujer en la ciencia, la lectura en voz alta y San Valentín ¿Qué tienen que ver las peras con las manzanas? Tal vez mucho, tal vez nada. Pero aprovecho esta coincidencia para invitarles a leerle a quienes aman, para invitarles a leer sobre todo lo mágico que habita en la ciencia, y para invitar a las niñas y a las mujeres que me leen, a leer, a leer mucho, a leer todo lo que les resuene, y a leerle a otros y otras.

¡Que las vibraciones de su voz se propaguen en el aire!

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