Ventarrón: ‘El refugio creador que habita en la cocina’ por Isabel Salas

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Ingredientes para una torta de banano: Avena, yogurt griego, huevo, harina de almendra, trocitos de arándanos deshidratados y canela en polvo, y bananos maduritos, claro. Si a la Isabel de hace un año le hubieran dicho que encontraría en la cocina el laboratorio de creación más apasionante, definitivamente no lo habría creído.  No sé cocinar, […]
Comunicadora social de la Universidad del Valle, especialista en comunicación estratégica de la Universidad Sergio Arboleda y magíster en Gestión Pública de la Universidad de los Andes.

Ingredientes para una torta de banano: Avena, yogurt griego, huevo, harina de almendra, trocitos de arándanos deshidratados y canela en polvo, y bananos maduritos, claro.

Si a la Isabel de hace un año le hubieran dicho que encontraría en la cocina el laboratorio de creación más apasionante, definitivamente no lo habría creído. 

No sé cocinar, por más de 30 años la cocina no fue un espacio seguro para mí, por el contrario, era un lugar incómodo, en el que me asomaba muy de vez en cuando. Después de que mi mamá murió, como por obra y gracia de su amor, la cocina se convirtió en un refugio.

Reflexiono mientras lavo los platos, se me ocurre qué cocinar mientras miro la nevera y en el camino de la preparación voy improvisando. Así, he ido descubriendo que soy buena para las mezclas, para elegir con pura intuición qué combinación de ingredientes pueden saber mejor; también soy buena para crear, resultar con un gran plato a partir de tres o cuatro ingredientes y, por supuesto, con mucha imaginación. 

También he descubierto que soy pésima para calcular el tiempo, la cantidad de ingredientes y el fuego indicado, la mayoría de las veces, me paso de lo uno o de lo otro, tan parecido como en la vida. 

Preparación improvisada: Mezcle todos los ingredientes, hasta que no se note cuál es cuál, y quede una masa suave. Vierta en un recipiente resistente al calor y espolvoree toda la canela que pueda, y quiera. Ponga en el airfrayer por 20 minutos a 180, luego 10 minutos más a 200. Vaya mirando cómo va, tantee con un cuchillo si ya está esponjosa y saquela antes de que se acabe el tiempo para que no se le queme. 

Si me preguntan, no quiero ser experta, quiero quedarme en el status de amateur que improvisa. Sentir que cada desayuno o cada almuerzo, puede ser una oportunidad para descubrir algo nuevo de los ingredientes, de la mezcla y de mí. No quiero desprenderme de esa sensación de sorpresa y satisfacción que me embarga cuando queda algo muy rico, o de la alegría y el nerviosismo de cocinarle a alguien más y decirle con ese plato cuánto le quiero, tampoco quiero soltar la posibilidad de decepcionarme y a regañadientes comerme lo que quedó horrible, lo que se me quemó o lo que quedó con un sabor insípido o demasiado intenso. 

Hoy creo que cocinar se parece mucho a escribir, te permite darle forma y hacer tangible aquello que imaginas, en mi caso, a veces sale bien y a veces no tanto. Y, la verdad, es que no importa, porque igual que escribir, igual que casi todo en la vida realmente, el chiste está, como diría el poeta, en “amar la trama más que el desenlace”.  

Colofón: Mi mamá amaba cocinar, pero sobre todo, amaba cocinarme. Hoy escribo mientras me como la primera torta de banano que preparo en mi vida, está deliciosa y levemente quemada. La preparo, escribo y me la como, mientras pienso en el hueco que siento en el pecho desde que ella no está, desde que no escucho su voz cantar en la cocina.

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