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Somos buenas personas; eso nos han dicho y eso nos hemos convencido de ser. Muchas veces la gente olvida que en realidad somos una mezcla muy compleja de bien y de mal que es capaz de realizar los actos más terribles por bondad y los más benevolentes por crueldad. Esa otra parte de nosotros mismos que debemos negar en obra, palabra y pensamiento aun reside latente; y, en ocasiones muy excepcionales, aparece un personaje que en vez de rehuir de su lado oscuro lo abraza y potencia, viviendo su vida en contra de la corriente, y nosotros, las buenas personas, nos maravillamos ante su existencia.
Este es el relato de Antonio Ciruelo, contado desde los ojos de Heriberto Salgado, quizás su único amigo, quién en su vida le vemos apartarse de los valores de la moral cristiana, tan solo lo suficiente para poder denunciar sus injusticias, pero sin la intensión en lo absoluto de convertirse en una especie de paladín que lleve a un mejor mundo. Las actitudes del personaje ante las encrucijadas de la vida, seguro que han visitado las mentes de muchos de nosotros en alguna ocasión; solo para ser reprimidas para conservar nuestra pureza. Pocas veces lo hemos hecho en virtud de la valentía de luchar contra el mal, en vez de por la cobardía de comprobar ¿Que sucede al final de ese camino?
Esta es precisamente la virtud de novelas como la de Toño Ciruelo, como la de Fausto, que en un ejercicio de imaginación narrativa, expone la fea cara del ser humano sin intentar demonizarla ni ángelizarla. Toño Ciruelo no busca nuestra aprobación, no busca nuestra desaprobación tampoco, simplemente vive con la fuerza de su espíritu en la forma que cree correcta, y sus acciones influencian a aquellos al rededor suyo, quienes, como tocados por la divinidad, no volverán a ser los mismos.
Al preguntarse usted mismo sobre si leer a Toño Ciruelo deberá tener en cuenta que, además de obtener una narración sencilla de una historia algo poco profunda, así como una excelente caracterización de personajes, durante la lectura su mente no estará en reposo sino en una constante contienda moral entre aquello que es dogmáticamente correcto y aquello que es dogmáticamente incorrecto.
En cualquier caso, su entretención estará garantizada al observar el transito por la vida de quién podríamos llamar el Rasputin colombiano. Una vida donde los lujos y el placer entran en contraste con el resentimiento y la desilusión; donde la magia y la esperanza inocente chocan con la realidad del mundo; donde aun cuando todo parece decadente y perdido, no se puede sino preguntarse si esto no es precisamente lo que lo hace triunfar.
Esta no es una novela para herejes, o mejor dicho no es una novela únicamente para herejes. Cualquiera sean las conclusiones a las que llegue sobre la actitud del personaje ante la vida serán beneficiosas para usted; bien sea que termine odiando al personaje de Antonio Ciruelo y reafirme sus convicciones morales, haciéndolo una persona más integral y sabia; o bien sea que revalué dichas convicciones para complementarlas con una visión de la otra orilla, haciéndolo una persona más integral y sabia.