Imagen tomada del portal www.las2orillas.co
Tras el éxito de La Virgen de los sicarios, Vallejo nunca tuvo la necesidad de explorar su propia voz. Desde un punto cómodo y seguro se recicla, repite y autoplagia, y quien haya leído, por ejemplo, Casablanca la bella, Mi hermano el alcalde y ¡Llegaron! (Tres obras cuya lectura aún conservo fresca), se podrá dar cuenta de párrafos calcados no solo entre libros, sino dentro de ellos.
Esa fue la sensación que me dejó Memorias de un hijueputa, la de ser un libro prescindible, innecesario, uno más para la pila de improperios.
No puedo creer que, en pleno 2019, Fernando Vallejo siga despotricando contra Juan Pablo II, tal y como lo ha hecho en sus obras pasadas. Puedo creer, eso sí, que se riegue contra Samper, Pastrana y Gaviria, pero me pregunto si no hay elementos de nuestra condición presente (condición de país) que merezcan un examen crítico sin pelos en la lengua, el examen que tanto hemos aplaudido en este autor.
Por lo demás, algunos momentos de risa y un par de frases valiosas salvan a esta obra del olvido absoluto.
Para alguien que no ha leído a Fernando Vallejo, este libro servirá como referencia de toda su obra desde La Virgen, pero para quien está habituado a su obra y sigue cometiendo el error de esperar algo, es una pérdida de tiempo y dinero.
Hoy en día Fernando Vallejo es poco más que un fenómeno editorial y de masas. Su voz regresa cada vez más disminuida, como un eco. Queda poco escritor y muy poca literatura.