Una de las veces que estuve en El Poblado en Medellín, me quedé en un cuartito simple que alquilamos en Airbnb. Era pequeñito pero acogedor, nada parecido al PH del que habla la canción. Particularmente humilde entre la opulencia del vecindario. Ahí estábamos las tres, pero ella era la que siempre sonreía sin importar la ocasión, estaba diferente, distraída, un poco ida.
No puedo decir que fue la mejor experiencia de mi vida junto a ella, no fue como la vez que fuimos a ver a Mackelmore & Ryan Lewis, cuando cantamos a todo pulmón Can’t hold us. Pero si fue la última vez que la oí cantar, hablar y reír.
Aún me cuestiono qué pensaba, qué sentía. Se veía triste mirando un punto fijo en el Metro Cable y paseando por el parque Ervi aislada parecía.
De ese cuarto en El Poblado tengo un recuerdo que llegó guardado. Una carcajada que de pronto soltó desde su cama al otro extremo de la mía. Una risa fuerte y genuina, seguido de uno de esos chistes punzantes y ácidos que solo ella hacia.
Que iba saber yo que al día siguiente se iría, que un año más tarde definitivamente me abandonaría. Que iba saber yo que esa noche en El Poblado hoy y siempre la añoraría.