Hablamos con el escritor caleño Hernán España, a propósito de su libro ‘El Universo Fragmentado en Cuentos. Una antología del caos’, publicado por el Programa editorial de la Universidad Autónoma de occidente. Nos habló de su oficio como docente y de cómo inició su ruta literaria.
Hernán España se ha ganado la vida como docente. Estudió comunicación social en la Universidad Santiago de Cali, fue profesor del colegio Berchmans, el mismo en el que estudió Andrés Caicedo y actualmente ejerce su oficio en el área de Lenguaje de la Universidad Autónoma de Occidente, ubicada en el kilómetro dos vía a Jamundí. Hernán entra a su lugar de trabajo a las 7:00 a.m., vive en Jamundí, un municipio ubicado a 20 minutos de la ciudad de Cali, en vehículo particular, y a unos 30 o 40 en bus intermunicipal o transporte pirata, cuando las condiciones del tráfico son normales. Cuando no, su viaje puede tardar más de una hora.
Hernán siempre llega puntual a su lugar de trabajo, así haya atascos en la vía o no. Es de estatura baja, no más de uno 1.60 y lleva, sin falta, una sonrisa en los labios de dientes grandes y blancos. En el salón de clase suele sentirse feliz, porque desde hace mucho descubrió que la docencia le permitía, entre otras cosas, ayudar a que sus estudiantes se interesen por la lectura y la escritura, ejercicios que apasionan a España, y que practica desde antes de descubrir que le gustaba ser profesor, desde antes de saber que estudiaría comunicación social, se casaría, tendría dos hijas y que ahora publicaría su primer libro de cuentos.
Visitamos a Hernán España en su lugar de trabajo para conversar con él sobre el ejercicio de la docencia, sobre su ruta literatura y sobre su primer libro, El universo fragmentado en cuentos. Una antología del caos, publicado recientemente, por el Programa Editorial de la Universidad Autónoma de Occidente.
¿Cómo fue que le empezó a gustar la docencia?
Cuando estaba terminando Comunicación social tuve la oportunidad de que varios profesores me invitaran a dictar algunas de sus clases, en semestres iniciales, relacionadas con cosas en las que veían que yo era bueno, como la expresión oral, en la escritura. Por ejemplo, me invitaban a la clase de taller de edición para que les explicara a los estudiantes cómo hacer los guiones.
También como escribía bien muchos compañeros se me acercaban a mostrarme sus trabajos para que los revisara para ver si estaban bien, entonces me fui dando cuenta de que enseñar estaba chévere, de compartir lo que uno quería, entonces ahí hice la especialización en enseñanza de escritura.
Antes de ser profesor, te convertiste en un lector voraz, ¿cómo inicia esta historia?
Mi papá es un buen lector, aunque él no leía literatura, pero leía mucho, pero digamos que ahí tenía un referente, había una biblioteca en casa y en la tv hacían referencia a autores como Julio Verne, y también veía cómics, entonces me empecé a interesar primero en ellos y mi papá me los compraba. Pero entonces mi mamá, como yo no sabía leer ni escribir, me amenazó diciéndome que no me volverían a comprar comics si no aprendía a hacer, así que le dije que me enseñara y ella asumió el reto.
El primer recuerdo que tengo de un libro literario es el de Miguel Strogoff de Julio Verne. Estábamos en un centro comercial y le dije a mi papá, yo quiero este libro y mi papá, nunca tuvo problemas con todo lo que tiene que ver para libros, siempre fue generoso con eso.
¿Cómo hace para que los estudiantes se enamoren de la literatura?
Una de las primeras cosas que noté cuando fui profesor, con la experiencia ahí en caliente, es que los chicos cuando no les gusta leer, tiene que ver mucho con su experiencia lectora y frente a qué textos están expuesto, cómo se les vende la literatura, por lo general los chicos ven la lectura como algo obligatorio. En el currículo aparecen textos que no necesariamente tienen que ver con sus intereses y sus gustos, digamos que como profesor mi misión era como encontrar el punto medio, tampoco era tirar en canon, pero pues tampoco se trataba de darles algo que les iba aburrir, entonces gracias a mi experiencia lectora, me puse analizar y me preguntaba, de todo lo que me había leído qué me hubiera gustado que me mostraran en el colegio y que diera cuenta de todos los aspectos que uno tiene que trabajar en la lectura.
Del colegio empecé a ver textos que no funcionaba, entonces empecé a meterle la mano al plan lector del colegio, incluí libros como ‘Crónicas marcianas’ de Ray Bradbury que trabajar lectura es fenomenal y son lecturas muy interesantes, incluía minicuentos que yo seleccionaba, los pelados se encarretaban. Al principio trabajamos ‘Crónicas marcianas’ virtual, no teníamos el libro físico y los pelados al final del año terminaban comprando el libro. El asunto está en las maneras en que uno se las presenta, contextualizada, amena, de esa manera los chicos logran encontrarle el gusto.
¿Por qué empezaste a escribir?
Me di cuenta que me gustaba la escritura en primaria. Cuando pedían cuentos yo escribía cuentos, un poco más avanzados que los de los demás compañeros, a nivel narrativo. En la época en que todavía estábamos en la literatura muy infantil, pues yo ya hacía historias de detectives, o sea las ponía en continuará y la profesora las leía en voz alta y los compañeros querían siempre que continuara. Me empecé a dar cuenta de que a la gente le gustaba lo que yo escribía, entonces me pareció interesante y empecé a cultivar eso y vi que la lectura de alguna manera me impulsaba a eso y la tv también. Me fui dando cuenta de que a la gente le gustaban mis historias y lo seguí haciendo.
¿Cómo nace una Antología del caos?
El primer cuento de ese libro lo escribí hace 20 años en 1999, que es el cuento El secreto de las sirenas. Lo hice para participar en el concurso Jorge Isaacs. Estaba en pregrado, en esa época no tenía computador, iba a donde una compañera que también participaba, pero en la categoría de poesía, y nos lo turnábamos. Para el concurso escribí cinco cuentos, el libro se llamaba Café fortuna, en esa época no gané, pero recibí una mención de honor. Los demás cuentos se perdieron por un virus que atacó mi computador en algún momento y este cuento sobrevivió, porque era el que más me gustaba y siempre lo tenía aparte, lo había revisado, corregido. Luego, revisé archivos y vi la posibilidad de la publicación por parte de la Universidad y los envié.
¿Cómo fue organizar este caos?
Hay cuentos con los que he participado en muchos concursos pero nunca han quedado, así que son inéditos, y han sido sujeto de varias correcciones de mi parte. Cuando los leí para retomarlos me di cuenta que había un montón de posibilidades. A mí me gusta mucho la teoría del caos, en la que una pequeña cosa puede dar pie a muchas posibilidades. Fue un libro de descubrimiento. La primera parte tiene que ver con seres humanos, sujetos a su propia humanidad, la segunda tiene que ver con el tiempo y la tercera, es como un popurrí de varias cosas y tiende más a lo fantástico.
¿Cómo organiza el caos diario para poder escribir?
Hubo una época en que la escritura la pausaba mucho, siempre me argumentaba muchas cosas, cosas como la u, la especialización, no le quedaba tiempo a uno. Luego cuando decidí coger las rienda otra vez, ya en el 2009 que me publicaron un minicuento, entonces me di cuenta que tenía que sacarle el tiempo. Me di cuenta que el escribir es como un oasis en medio de todo el tejemaneje de la rutina. Actualmente le estoy sacando mucho más tiempo, eso incluye el tiempo de pensarse una historia, y eso me gusta, cuando estoy estresado de trabajos y todo, hay una pausa y se me ocurre una historia e intento escribirla.
En este mundo fragmentado en cuentos, nos encontramos con historias fantásticas, de horror, como la de un profesor que es incinerado en una reunión de padres de familia, por los propios padres de los alumnos. ¿Cómo construye esas historias, cómo se enfrenta al género del horror y de la fantasía a la hora de escribir?
Yo siempre que me planteo una historia pienso que es muy importante tener un buen inicio, pero sobre todo un excelente final. Siempre que me la estoy imaginando, pienso en la frase final, para mi es de suma importancia cómo va terminar, cómo va a cerrar el narrador, incluso eso se convierte en la base para llegar aquí. Si el final no me cuadra en la cabeza, digo, no es una buena historia. Ya en cuanto al terror como tal, me gusta jugar con una frase de Stephen King “aquello que más nos da terror es lo que no conocemos”, entonces evito mucho los lugares comunes, si lo hago, lo hago de manera consciente para dar cuenta de algo. Trato de no dar muchas respuestas porque siento que ahí se pierde parte de la emoción que da no saber qué es lo que pasa.
En la ciencia ficción para mi es importante que la historia sea creíble, se supone que ciencia ficción puede pasar en que ciertas cosas científicas se den. Así voy armando la historia, las historias de suspenso, me baso mucho en los formatos en las antologías de Hitchcock, y tengo claro la importancia de cada detalle es lo que uno cuenta, o sea tratar de que las descripciones y diálogos no sean intrascendentes.
También hay mucho de mi vida en esas historias. Al principio, no se lo notaba, pero ahora entre más escribo más lo noto y lo juego también a mi favor. El caso reunión de padres hay parte de mi experiencia en el colegio, por parte de los papás sobre todo, había cosas que uno decía, esta gente si viviéramos en la época antigua lo apedreaban a uno sin preguntar. Nació como esa idea, esos papás en esta época, de línea correcta, que pasaría si esa línea se quebrara. También en ‘El secreto de las sirenas’ utilicé mi miedo a las aguas profundas y a mi perro, que cuando era cachorro se comía los libros de mi biblioteca.
¿Cuál es tu posición como escritor cuando te pones a crear?
Siempre pienso en el lector, qué me gustaría que el lector disfrutara, siempre parto de ahí. Me gusta presentar un mundo de posibilidades, en el que las cosas más mínimas pueden surgir tantas cosas y entre más uno meta el componente fantástico, muchas más van a suceder. Es como hacer ese juego, de alguna manera el título el libro aborda un mundo de muchas posibilidades y es caótico.