Como todos los viernes, me disponía a ir a tomarme una cerveza, ¿con qué fin? no lo sé… aún no lo sé…
Mis pies una vez más me traicionaban, al igual que mi corazón; me encaminaban hacia el amor, o tal vez hacia el desamor, uno nunca sabe cuando llega o se va ese desventurado, pero sabroso “love”.
Llegué al sitio de los recuerdos, donde lo conocí, y efectivamente allí estaba sentado, no sé si esperando a que yo llegara o a que me fuera de una vez por todas. En ese momento recordé la primera frase que dijo para conquistarme “Tú sonríes con la mirada”, y yo, como la niña ingenua que era, y que todavía soy, caí; al fin y al cabo, no conocía el amor, aunque eso no es una excusa.
Como le sucedió a Patria en “La nada Cotidiana” de Zoé Valdés, a este traidor le importó muy poco que fuera virgen, que nunca me hubiera tocado un hombre…para él, lo importante era penetrar su sexo en mi vulva. Tal vez yo lo deseaba, lo quería hacer tanto o más que él, como quiero hacer otras cosas, pero ese querer hacer trae consigo “sueños frustrados y esperanzas empobrecidas”.
Este hombre ocupa gran parte de mi pasado, porque si bien, fue el primer hombre que sentí tan adentro (lo digo en todo el sentido de la palabra), no dejábamos pasar ni un solo día sin hacer ni sentir el “amor”; cuando llegaba a su casa me recibía con un largo beso y con una caricia en mis senos, sus manos iban bajando por mis caderas y sin darme cuenta me estaba excitando con el “dedo más largo de su mano”, jugando entre mis piernas. Yo tan solo temblaba de miedo pues sabia desde un comienzo que no debía enamorarme de él, pero cada día lo veía más imposible, me estaba enamorando, “no sé como ni sé con qué pretexto”, así es, recodé en esos momentos el poema Táctica y Estratégica de Mario Benedetti.
Pero no todo es felicidad, desafortunada o afortunadamente se inició una relación más “estable”, pero con él nunca se sabía, comenzamos a trabajar juntos, tal vez no lo había dicho, pero este hombre es artista…del amor…de la vida y…de lo que se invente.
La costumbre es como la muerte, se va llevando todo lo que quiere y así sucedió, se llevó el amor, dejamos que lo cotidiano nos consumiera.
Pero regresemos al sitio “de los recuerdos”. Me dirigí hacia la barra donde él se encontraba, en esta oportunidad mi mirada no era la misma, eso creo, era… no sé cómo era; allí estábamos de nuevo después de un año sin vernos. La única palabra que balbuceó fue “te extraño”, mientras yo tomaba mi cerveza helada y con mucha espuma, recogí un poco con mi dedo índice y se la deslice en sus labios, a él le brillaron sus ojos… imagino que creyó que yo iba a volver a caer en lo cotidiano, aunque pensándolo bien estaba en el lugar donde lo conocí y estaba haciendo lo mismo que hice hace tres años.
Salí de ahí lo más rápido que pude hacia mi casa, allí me esperaba una ducha caliente y unas sabanas de seda. En la puerta del edificio, compré mis cigarrillos y me dispuse a entrar, cuando me iba acercando al apartamento, sentí un olor muy familiar que provenía de mi casa.
Estaba allí, esperándome en la mecedora, con las luces apagadas y el cuarto lleno de velas, eso no era cotidiano. Estiró su mano al verme en la oscuridad, un poco confundida yo me acerqué, y con un abrazo me sentí una vez más protegida por ella. Ella, un ser que llegó en el momento menos indicado, pero que siempre ha estado allí, pendiente de mí, sin dejar que nos consuma la costumbre; preparó una cena deliciosa, como ella.
Nos tendimos en el sofá, y comenzamos a debatir sobre la Revolución Cubana, y escritoras como Zoé Valdés, que al narrar lo hace bajo un estilo ingenuo y a simple vista, simple; investigando las relaciones entre hombres y mujeres. Para nosotras, ella tiene una prosa que trasporta al lector a un mundo tropical real.
Mientras el cansancio me consumía, sentí sus manos en mi espalda. Acariciándonos, nos dirigimos hacia el cuarto, allí, como si fuera la primera vez de las dos, comenzamos a quitarnos la ropa, primero lo hice yo pues sé que a ella le gusta observar. Sus labios estaban un poco helados, pero no demoraron en calentarse; comenzó, chupándome los pezones, mientras yo le besa su largo cuello, se detuvo… en ese momento coloqué mi mano entre sus piernas, estaba húmeda…ella tiene un olor a fruta fresca, que a cualquiera le gustaría comer y repetir.
El reloj sonó, me fui a la ducha y me vestí con lo primero que encontré, un jean y una camisa blanca, al salir me dijo que me veía muy bien sin brasier, que mis pezones eran bellísimos. Yo cerré la puerta de un trancazo, pues se me hizo tarde…como siempre.