Entrevista a Santiago Gamboa por estudiantes del Liceo Francés Paul Valery de Cali

by | Sin categoría

Foto tomada de www.elpais.com.co Nosotros, estudiantes de último grado de bachillerato del Liceo Francés Paul Valéry, entrevistamos de manera virtual a Santiago Gamboa sobre su última novela Será larga la Noche, la cual hizo parte de nuestro plan lector este año. Al considerarla de interés para sus incontables lectores, compartimos la entrevista transcrita. Santiago Gamboa […]
Comunicadora social de la Universidad del Valle, especialista en comunicación estratégica de la Universidad Sergio Arboleda y magíster en Gestión Pública de la Universidad de los Andes.

Foto tomada de www.elpais.com.co

Nosotros, estudiantes de último grado de bachillerato del Liceo Francés Paul Valéry, entrevistamos de manera virtual a Santiago Gamboa sobre su última novela Será larga la Noche, la cual hizo parte de nuestro plan lector este año. Al considerarla de interés para sus incontables lectores, compartimos la entrevista transcrita.

Santiago Gamboa nació en Bogotá en 1965. Estudió Literatura en la Universidad Javeriana de Bogotá y se licenció en Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid. Posteriormente vivió en París, en Roma y en la India.

Su obra es extensa. Entre sus novelas destacan varios libros de viaje y varias novelas policiacas o negras como Perder es cuestión de método, Necrópolis, Volver al oscuro valle, Los impostores y su última novela, de la que hablaremos hoy, Será larga la noche.

La historia de la novela comienza con un misterioso enfrentamiento nocturno, en una carretera perdida del departamento del Cauca. Aunque solo un niño es testigo del brutal atentado. Parece que en el pueblo más cercano nadie ha oído nada. Pero una denuncia anónima llega a las manos del fiscal Jutsiñamuy en Bogotá. Así que este le pide ayuda a su amiga periodista, Julieta Lezama. Ella y su asistente, Johana, una exguerrillera de las FARC, se ponen a investigar el crimen, que parece involucrar a dos pastores de iglesias evangélicas.

Juan José y Sofía: Bienvenido Santiago. Merci d’avoir accepté notre invitation.

Juan José: Vamos ahora con las preguntas de nuestros compañeros.

Hola, soy Michelle, he notado que en la novela aparecen varios personajes insólitos, ¿cuál es su personaje favorito y por qué?

Santiago Gamboa: No solamente para cumplir con el objetivo que el novelista tiene con el argumento, sino que también en mi caso me gusta que sean como seres humanos, que sean creíbles, persuasivos, que tengan aspectos que los hagan sentirse cercanos a los lectores y después sí, van cumpliendo con el objetivo que tienen dentro de la historia, dentro del argumento. Pero al mismo tiempo desarrollar un relieve humano muy poderoso, esta es una enseñanza literaria que yo he sacado de mi lectura de un escritor y novelista francés, por cierto, Flaubert, y es que en los libros no debe haber personajes esquemáticos, no debe haber personajes estereotipados; incluso esos personajes que aparecen aunque sea en un solo párrafo tienen que tener algo que los haga memorables, que los haga inclusive inolvidables y es el tipo de novela y el tipo de personaje que me gusta hacer.

Por eso todos mis personajes para mí son muy importantes. En este caso, el caso de ‘Será larga la noche’, cuando estaba escribiendo los diálogos de Julieta, la periodista, me parecía una persona llena de contradicciones, llena de deseos, llena de obsesiones, llena de intereses. Y por lo tanto me sentía muy reconocido. Cuando estaba escribiendo las historias del niño me conmovía, prácticamente me parecía verlo, como a todos. Cuando yo estoy escribiendo siento que los estoy viendo y que estoy casi que hablando con ellos. Casi podría incluso decir que lo que yo hago es escribir lo que ellos me cuentan, tanto los imagino, de una manera tan vivida. El personaje del fiscal es un hombre silencioso, tímido, que no se encuentra muy cómodo en ninguna parte realmente, obsesionado por su trabajo. Cuando yo estaba escribiendo esos momentos de soledad de ese personaje, me parecía estar con él aquí en mi estudio, estar viéndolo mirar por la ventana haciéndose preguntas, o cuándo él está haciendo esos chistes con sus colegas de trabajo, los agentes que trabajan con él, también recordaba otras escenas.

Es decir, a mí me parece que como autor cada uno de esos personajes fue construido con muchísimo afecto, con muchísima honestidad, haciéndolos desarrollar en mi imaginación y en mi imaginario lo suficiente como para que después puedan también vivir de manera autónoma en el imaginario de los lectores.

Yo creo que uno escribe sobre todo para crear un espacio dentro del imaginario del lector. El lector cuando no siente que un libro lo está llevando a un mundo que es creíble, que es completo, muy rara vez ese lector continúa en una historia. Todo en las novelas se hace con palabras además. Entonces cualquier pequeño error puede inmediatamente hacer que el lector, como decía García Márquez, se despierte y ya no quiera seguir más en esa historia. Por eso, para responder a tu pregunta, cada uno de los personajes, los personajes que han sufrido, los personajes que son por la propia historia quienes llevan la carga negativa, son también personajes por los que yo siento mucha compasión, que de alguna manera reflejan también aspectos de la vida que a mí me interesan. Entonces cuando estos personajes de los pastores están hablando y están contando estas vidas terribles y están hablando de su infancia, yo me sentí también, de alguna manera, como puesto contra las cuerdas porque yo tuve una infancia muy feliz y entonces miraba la infancia o analizaba la infancia de estos personajes y me parecía terrible, me parecía que la vida no es igual para todos ¿verdad? y eso lo sabemos en un país como el que vivimos, ¿no?

Yo soy Ana María y quisiera saber por qué decidió poner a Johana, una ex guerrillera, como asistente de la periodista.

S.G.: Pues mira porque yo creo que una de las ideas que yo tuve con esta novela era hacer un retrato de la Colombia contemporánea, reciente, y evidentemente el proceso de paz con todos los problemas que tuvo y con toda la polarización que creó en el país fue un proceso que se llevó a cabo y que terminó y culminó y que de alguna manera cambió esta sociedad.

Yo recuerdo que en ese momento una de las directivas del gobierno era pedirle a la gente, que tuviera la posibilidad de hacerlo, que tratara de incorporar a ex combatientes de las FARC en sus trabajos, quienes tuvieran fincas los contrataran, queénes tuvieran empresas invitaran a algunos ex combatientes a trabajar en las empresas o en las fábricas o en las actividades comerciales y que esto de alguna manera formaba también parte de la reconciliación y formaba parte del deseo de una sociedad de decir: “bueno, vamos a mirar para delante”.  Entonces como yo no tengo fincas agrícolas, no tengo fábricas, no tengo empresas, soy novelista, entonces dije: “voy a incluir en mi novela también la forma de participar en la reconciliación y voy a incluir en mi novela a una ex combatiente que, además, va a aportar cosas muy especiales; porque es una persona que tiene una experiencia que la otra periodista no tiene y no solamente por el tema del conocimiento de las armas o de ciertas estrategias, sino sobre todo porque es una mujer que conoce el campo y que es sensible al campo.

Yo nací y crecí en Bogotá, una ciudad que está muchísimo más lejos de la experiencia de lo que significa la vida del campo de lo que está Cali, ciudad en la que vivo ahora. Cali está muchísimo más cerca de lo que es la vida rural. También por lo que fue la configuración geográfica del conflicto en Colombia, Cali está mucho más cerca históricamente, estuvo o ha estado mucho más cerca del conflicto. De hecho todavía ahora con los nuevos focos de conflicto que hay en Colombia, pues una vez más eso es todo aquí al lado de Cali.

Entonces la gente que vive en Cali tiene una conciencia mucho más cercana de la que tiene la gente de Bogotá. La gente de Bogotá pues cree que vive como en otro mundo, como quienes no viajan por Colombia, quienes no tienen parientes en otras ciudades. Además, se lo confieso, fue mi caso  -yo nací en Bogotá en una familia de padres bogotanos, de abuelos bogotanos y de bisabuelos bogotanos, yo no tenía ni un solo pariente que no fuera de Bogotá, con lo cual para venir a conocer otra ciudad de Colombia, pues tenía que ir de vacaciones a un hotel; no tenía eso que tenían otros que tenían una tía en Manizales -todo el mundo tiene una tía que vive en Manizales o algo así, pero entonces yo no-. Yo no conocí el país más que por los sitios a los que íbamos como de vacaciones.

Entonces, el personaje de Julieta refleja un poco eso que yo viví de joven y en cambio Johanna es quien sí es una mujer popular de Cali, que viene de un distrito conflictivo, que además es desplazada. Es decir que es una mujer que trae dentro de su vida una historia de país que la otra no tiene. La otra tiene un complemento distinto y tiene otras cosas y tiene una capacidad de contacto con ciertas esferas de la vida que Johanna no tiene. Para esta historia la presencia de Johanna es fundamental, porque es ella la que le indica de alguna manera a Julieta cuál es la sensibilidad correcta, cuáles son las líneas de fuerza de lo que está pasando, porque es el territorio de ella.

Acuérdense que los territorios en los libros son muy importantes. Las novelas negras casi siempre ocurren en ciudades, porque las ciudades son el territorio privilegiado donde están los desconocidos, a diferencia del campo fíjense, y esto se ve en la novela. En el campo todo el mundo se conoce, en el pueblo todo el mundo se conoce. En la ciudad vive esa maravilla que son los desconocidos, por eso la gente es anónima en una ciudad, no en un pequeño pueblo. Entonces hay esas dos experiencias de la vida, verdad, y yo por ejemplo he sido muy de ciudad toda la vida, y por eso cuando viajo a mí me gusta mucho la naturaleza por supuesto, pero sobre todo cuando hago viajes me gusta ir a las ciudades porque es en las ciudades donde se ve como la construcción de una cultura. Uno en las ciudades ve cómo es una sociedad. Yo he viajado por muchos países, he estado en África, en Asia. Espero que ustedes que son tan jóvenes y van a poder viajar con más libertad que nosotros, lo hagan. Uno tiene la obligación de conocer el mundo, mucho más ustedes que lo van a tener mucho más pequeño. Y cuando uno llega a una ciudad, entonces uno entiende las reglas de esa ciudad, conoce mejor la cultura. La naturaleza es maravillosa, pero es otra experiencia, es una experiencia diferente. Nosotros somos parte de la naturaleza, de hecho ahora lo estamos padeciendo. Las ciudades en cambio son construcciones humanas y como son humanas son diferentes en todas las culturas. Las ciudades son distintas en Asia, en la China, en el África. En las ciudades se ve qué es importante para una sociedad.

Por ejemplo, me imagino que ya todos habrán ido a París, pues París refleja lo que es una sociedad para la cual es muy importante la claridad, la simetría, verdad, también el orgullo por su pasado, por su propia historia, el estar permanentemente mezclando lo pequeño con lo grande, lo humilde con lo estrepitosamente gigante, es decir, todas esas cosas que se ven en la literatura y en la cultura francesa son visibles en las ciudades de Francia, verdad. Nosotros en Colombia somos una sociedad mucho más joven, tenemos apenas 200 años de vida republicana y muchos más hacia atrás también con culturas prehispánicas y la época de conquista, pero también tenemos como cultura la necesidad de tratar de entender y de tratar de dejar una huella de lo que es nuestra propia sociedad y nuestra propia sociedad se ve en los conflictos que tenemos, en el modo que tenemos de resolverlos; pero también en cómo son nuestras ciudades, en cómo esas ciudades se divierten, cómo esas ciudades trabajan. Albert Camus, el gran escritor y premio Nobel francés en su novela La Peste, dice que para conocer una ciudad hay que conocer cómo se trabaja, cómo se muere y cómo se ama en esa ciudad. Entonces, bueno, todas estas son claves que yo les doy para poder comprender un poco mejor lo que a mí me interesa como escritor y lo que por supuesto está en mi novela.

Me llamo Camila. La novela nos presenta diferentes iglesias evangélicas y su gran influencia y poder en Colombia. Me preguntaba si usted se inspiró en una iglesia particular y en qué medida la religión influencia sus novelas.

S.G.: Yo quiero empezar diciendo lo siguiente, yo no soy creyente y nunca fui educado en una tradición religiosa. Mis padres son profesores de la universidad pública, intelectuales, profesores de artes. Ellos no eran personas creyentes y no me educaron a mí como creyente. Me educaron con una espiritualidad tal vez diferente, que no es incompatible por supuesto.

Más bien para ejercer la espiritualidad en otras cosas: en el arte, en la literatura, en la poesía, en los viajes, en el amor; esos son espacios también para ejercer eso tan importante que todos debemos ejercer, que es la espiritualidad.

Hay gente que la ejerce en la religión y a mí me parece maravilloso. De hecho, yo siempre he sido como un observador externo, dado que no soy creyente, pero sí me interesa muchísimo la religión, me interesa su historia, me interesa su arquitectura, su arte; he leído los textos religiosos. Lo primero que hago cuando voy a un lugar es ir a visitar los templos ¿Y por qué? Porque yo creo, al no ser creyente, yo creo que la religión es posiblemente la construcción estética más extraordinaria que ha hecho el hombre.

Al interior de la religión están todas las artes, está la pintura, está la escultura, está la música, está la arquitectura, está la poesía, está la novela porque se cuentan muchas historias. Es decir, fíjense como la religión consiste en hacer visible algo que es invisible, que incluye lo invisible y lo que se utiliza es el arte en todas sus vertientes. Fíjense qué importante es entonces tener una mirada tanto para quienes son religiosos como para quienes no, lo importante que es tener una mirada profunda sobre las religiones, porque incluso quienes no somos creyentes debemos ser conscientes de que ahí está uno de los patrimonios más profundos y más grandes de los que dispone el ser humano y que ha dispuesto en toda su historia.

Cuando ustedes van a una mezquita, cuando vayan a los países árabes y entren en una mezquita, van a estar mirando no solamente un espacio de oración sino también van a estar dialogando con la arquitectura, con movimientos arquitectónicos que vienen desde los siglos VII, VIII y IX; van a estar mirando, van a estar viendo la historia de las migraciones, porque van encontrar mezquitas en el sur de España y van a comprender que hubo presencia musulmana en el sur de Europa; y después cuando vean ustedes catedrales católicas en la China van a darse cuenta que ha habido misioneros y van a comprender muchísimas cosas más. O sea mirando; por eso los viajes son tan importantes.

Viajar y conocer una sociedad nueva es como conocer un autor y su literatura o es como conocer una disciplina. Viajar y conocer profundamente lo que uno ve mientras viaja es una de las enseñanzas más grandes y maravillosas que podemos tener y la religión es fundamental. Cuando todos nosotros vamos al sur de Colombia y nos encontramos con indígenas, tenemos que ver cómo son las cosmogonías de ellos, cuáles son los dioses en los que ellos creen, cuáles son los elementos que forman ese diálogo con lo que es invisible; porque fíjense que a través de las religiones se dialoga con lo invisible; quienes son creyentes aman a quien no han visto nunca y que no van a ver o por lo menos en vida, a no ser que haya un milagro. Eso también es el arte el arte es amar lo que lo que en el fondo está más en nuestra imaginación que en el propio objeto.

Fíjense que el arte… ¿Qué es un cuadro? Un cuadro es un dibujo sobre un lienzo, ¿verdad? Por eso hay ese famoso cuadro que ustedes deben conocer de Magritte que se llama ‘Ceci n’est pas une pipe’ (“Esto no es una pipa”) ¿Por qué? ¿Por qué no es una pipa? Porque es un dibujo, son pigmentos de color sobre un lienzo en dos dimensiones; lo que le da realidad es esa especie como de engaño, esa ficción del arte. Pero es esa ficción maravillosa lo que nos hace la vida más llevadera, la literatura, la pintura, la música. Es esa visión la que nos permite vivir más intensamente la vida y gran parte de eso proviene y se ha mantenido y ha sido importante gracias a las religiones, por eso yo les tengo muchísimo respeto.

Ahora bien, en las religiones hay tanto de largo como de ancho, ya que lo que es la puesta en escena real del poder es otra historia también. Si miramos la religión desde el punto de vista del poder, pues podemos tener otras opiniones. En este caso a mí me parece que las iglesias evangélicas en Colombia están llegando a unos límites muy peligrosos para la democracia colombiana. Una cosa es la fe y la creencia – yo respeto a quienes creen en estas iglesias y encuentran en ellas respuestas a sus preguntas, maravilloso-, pero lo que me parece que es muy peligroso desde un punto de vista social y político es cuando estos  pastores evangélicos comienzan a convertirse en caciques electorales, como ha sucedido ya. Muchos candidatos directamente en las últimas elecciones de alcaldes iban a las iglesias por el voto de los fieles, con lo cual los pastores se han convertido, pues eso, en pequeños caciques electorales que venden sus votos, venden los votos de la gente. Lo que demuestra también por parte de los fieles un muy poco y muy vago conocimiento de cómo funciona la democracia. Yo le decía a una persona que trabajaba en la casa de mi suegra: “¿Por qué va a votar de esa manera?”. Y me decía: “Porque el pastor nos dijo que votáramos así”. Y yo le decía: “Pero usted vote lo que quiera, si el voto es secreto”. Y me dijo: “No, no, no. Él se da cuenta de todo”. Es decir, es un desconocimiento terrible también de la democracia, es una falta de educación. Entonces a mí lo que me subleva de estos personajes es precisamente que estén aprovechándose de la falta de educación.

Soy Isabella. En la novela, viajamos a varios lugares: Inzá, Tierradentro, Brasil, Guyana… y sabemos que usted ha viajado mucho. Quisiera saber si usted conoce esos lugares o si lo que nos cuenta se basa en investigaciones que hizo.

S.G.: Mi padre era profesor de Historia del arte y del arte  colombiano. Entonces una de sus clases tenía que ver con dos de los posiblemente más importantes lugares de patrimonio en Colombia, que son Tierradentro y San Agustín. En Tierradentro están los hipogeos y las tumbas; y en San Agustín está esta estatuaria maravillosa, que tal vez ustedes conocen y si no conocen deben ir lo más pronto que puedan y tan pronto se pueda volver a utilizar las carreteras. Entonces yo de niño iba a esos dos lugares, San Agustín y Tierradentro. Y una vez vino precisamente mi editora de Francia, que es muy amiga mía y su marido.Vinieron a Cali a pasar vacaciones conmigo y yo los quise llevar a San Agustín. Para ir a San Agustín se sale hacia el sur de Cali y hacia Popayán y en algún momento se dobla hacia la izquierda y se atraviesa el páramo y se llega al Huila y allá se va a San Agustín. Y yo iba conversando con ella -se llama Anne Marie Métailié-, con su marido y con mi esposa y yo iba muy confiado de mi mapa mental. Entonces llegamos a un punto, doblamos a la izquierda y empezamos a andar y yo sabía que era más o menos un trayecto de dos horas y como a las dos horas y media, nada que llegábamos, pero yo estaba muy contento porque además estos amigos son como los amigos perfectos para invitar, porque todo les gusta, les gusta la naturaleza, les gustan los pájaros, se detienen a mirar la conformación calcárea, gritaban cada vez que veían un helecho gigante, los páramos les pareció el lugar más hermoso. Parábamos a comer en sitios, lo que había, en sitios populares, el jugo de guayaba les parecía la cosa más rica que habían probado en su vida. Es decir, personas con las que es un gusto viajar. Por ese motivo pasó el tiempo y llevábamos tres horas, cuatro y nada y de pronto yo dije: ¿qué pasó? ¿por qué no llegamos a San José de Isnos, que es la puerta de entrada hacia San Agustín? Pues resulta que me había equivocado de carretera y en algún momento veo un aviso que dice: “Tierradentro 2 Km”, y claro, para mí, fue como una revelación, porque fue regresar a la infancia. Yo me fui 30 años a Europa, mis padres estaban jubilados desde hace muchos años, con lo cual nunca volví a Tierradentro, además por el conflicto allá en Tierradentro no permitían, y de repente veo esas palabras ‘Tierradentro’ y eso era como oír hablar para mí a los griegos de la lejana Samos, o de la Antártida, o sea de un territorio mítico. Tierradentro, 2 Km. Entonces de pronto le dije a mis amigos: “cambio de planes, vamos a ver primero otro lugar que se llama Tierradentro”.

Llegamos allá y bueno… es inútil que les describa la emoción tan increíble que sentí de volver a estar como en ese lugar y en esas montañas que son realmente mágicas. Yo entiendo por qué todas esas montañas están llenas de tumbas, esas maravillosas tumbas, esos hipogeos decorados con esas decoraciones geométricas maravillosas, porque ese lugar realmente tiene algo. O sea, cuando uno va a allá, uno siente como una fuerza, una fuerza de la naturaleza como una especie de diálogo entre esas montañas y esos cielos extraordinario. Y además pues para mí era también un diálogo con mi propia infancia. Entonces empecé a tomar notas, todos los nombres me parecían como míticos. Entonces San Andrés de Pisimbalá, me parecía la cosa más bella ese nombre. Y entonces tomé notas y tomé notas y tomé notas, enloquecido, y ya después al otro día fui a las tumbas con mis amigos y luego comprendí y seguimos.

¿Esto por qué te lo cuento? Porque yo creo que cuando uno escribe -si a algunos de ustedes les gusta escribir o tienen esa vocación-, cuando uno escribe conviene tener una relación especial con los lugares que van a ser especiales en la novela. Yo por ejemplo los territorios en los que transcurren todas las novelas que he escrito son territorios en los que he tenido experiencias muy fuertes, muy especiales, muy poderosas, como la que les acabo de contar. Es decir, las novelas son ficción, lo que ocurre en esa novela no ha ocurrido en la realidad, aunque la realidad a veces se parece al, como decía Oscar Wilde, se parece al arte a veces. Entre otras cosas porque poco después de que yo publicara la novela, o casi en simultáneo, hubo una balacera terrible contra una camioneta blindada en el Cauca, en una carretera. Lo que pasa es que en mi novela los personajes se salvan y en la realidad no se salvaron. Fue cuando asesinaron a una candidata a la alcaldía de la localidad de Suárez, pero era lo mismo, y todavía hoy fíjense no sabemos quién fue. O sea, falta una investigación de una periodista aguerrida como la de mi novela, para saber qué fue lo que pasó, porque hoy dos años después todavía no se sabe ni hay nadie condenado por ese crimen, verdad.

Entonces fíjense cómo las cosas a veces se parecen, pero los lugares y los viajes que yo he hecho, pues yo he viajado a mil sitios porque como les dije los viajes para mí son fundamentales. Yo no soy una persona rica ni de familia rica, por lo cual ha sido casi mejor porque entonces lo que he hecho es que he buscado el modo de que viajar sea un modo de trabajar. Entonces durante muchos años yo trabajé para revistas y periódicos de América latina, curiosamente pocos en Colombia, para revistas sobre todo de México y de Chile, en donde les interesaba publicar crónicas de viajes, crónicas literarias pero de viajes y entonces imagínense la dicha. Me pagaban los pasajes, me pagaban las estadías y además me pagaban los artículos. Entonces era un modo de trabajar y al mismo tiempo haciendo lo que a mí me gustaba.

A ustedes que están por terminar el colegio, no se olviden de estas palabras, o sea uno siempre tiene que hacer lo que le gusta, lo que lo apasiona, porque si uno hace otras cosas es como si se alejara de su verdadero centro. Entonces yo busqué la manera, no fue fácil, pues tuve que hacer muchas cosas erráticas, etc., hasta que por fin logré que viajar fuera un modo de trabajar y entonces eso hizo que aprovechara y viviera con más intensidad los viajes que hacía. Por ejemplo cuando fui a Guyana, que está en la novela, cuando yo fui a Guyana y aparece además el trayecto en avión, es una locura. Fíjense ustedes, Guyana es un territorio de América Latina geográficamente, pero para ir a Guyana yo tuve que ir Bogotá – París, París – Cayena, porque los viajes por el Caribe o por Brasil duraban cinco días más o menos. Exactamente como sucede en la novela. Después yo llegué a Cayena y me pareció absolutamente fascinante ese lugar, me pareció increíble que hubiera un espacio, una sociedad así, donde todos son funcionarios, prácticamente la producción es casi cero, producen un ron muy sabroso, que se llama La Cabresse -para hacer el ponche, es muy rico-. Bueno están los cohetes, están los cohetes franceses Ariane y luego es un destino también para gente mayor, pensionada, para ir de vacaciones en invierno, para escaparse un poco del invierno francés. Y entonces pues está todo el recuerdo de las cárceles, lo que llaman en francés “le bagne”, las cárceles estas que eran…Hay una famosísima novela de Henri Charrière que se llama Papillon, que es en la Isla del Diablo -allá estuve-; todo esto hoy pues se puede visitar, son además centros culturales. Pero me pareció fascinante y apasionante esa sociedad y ese lugar.

Estuve hablando con muchachos de colegio, lo mismo que hace poco en Martinica, y yo les preguntaba: “Antes de empezar quiero preguntarles algo ¿ustedes son latinoamericanos?” O sea a muchachos nacidos allí, nacidos en Guyana. Yo les decía: “¿Ustedes son latinoamericanos? ¿Cómo se ven ustedes a sí mismos?” y ellos decían: “No, nosotros no somos latinoamericanos. Nosotros somos un…” Un concepto que no he oído en ninguna parte, decían: “on est eurocaribéens (“somos eurocaribeños”)”. Una idea curiosísima. Y estando en ese lugar un día se me acerca un brasileño, porque di una charla sobre literatura en una librería. Se me acercó un señor muy amable, delgado, elegante. Me dijo: “lo felicito. A mí me gusta mucho la literatura. He leído tres libros suyos, yo soy amigo de un profesor francés de uno de los colegios, él fue el que me recomendó venir a escucharlo. Qué maravilla. Quisiera poder invitarlo tal vez a un café o a algo”. Entonces yo dije: “bueno, claro”. Yo estaba invitado por una organización pero no conocía a nadie, así que esa tarde me vi con el brasileño en la terraza de uno de los, tal vez el único café que hay en Cayena que se llama Le Palmiste, frente a la plaza. Y estaba sentado con él hablando, estábamos hablando de literatura, me estaba contando de Brasil, yo le estaba contando de Colombia y de repente se acerca una persona que pedía dinero, desde afuera y en ese momento todo cambió, porque el señor que era de una amabilidad y de un rostro completamente afable, se convirtió como en un guerrero porque él no vio venir a la persona que venía a pedirle dinero y lo sorprendió. Y en ese instante en que él se da la vuelta se convierte en una especie de guerrero y además me di cuenta que habían como cuatro mesas alrededor mío y todos habían reaccionado. Entonces dije “¿quién es este señor?”. Y era, pues como pasa mucho en esa región, pues era un hombre que pedía dinero y un haitiano además -los haitianos son los nuevos pobres del Caribe-. Y el que estaba conmigo hizo un gesto con las manos y yo me di cuenta que todos los de las mesas alrededor se volvieron a sentar y me di cuenta que eran todos guardaespaldas del señor que estaba conmigo. Pero hasta ese momento yo no sabía nada. Entonces el señor me empezó a contar que él tenía una compañía para extraer oro, que él era un  “orpailleur”. Y claro pues me apasionó, y dije: “Pero, ¿qué es esto? ¿Qué es esta historia tan increíble?”.

Entonces me invitó a su yacimiento, al lugar donde extraía el oro. Y yo por supuesto que fui, pues sabiendo que era peligroso, pero entonces ya me di cuenta que este señor que le gustaba la literatura, una persona sofisticada, tenía una historia distinta. Me di cuenta yendo para allá y cuando empezamos a entrar en la selva, cuando él me empezó a contar, tal vez para prepararme, que uno de los problemas que tenía es que había mucha delincuencia. Claro en la selva venían a robar el oro porque el oro es en sí mismo un valor, el oro no tiene ni siquiera que venderse. Yo no sabía eso porque yo ingenuamente le pregunté: “¿Cómo hacen para venderlo?”. Y él me dijo; “Yo lo llevo al banco y lo pongo en el banco”. Y en esa época un kilo costaba como 37 mil euros, era la cotización más o menos, y me dijo que él necesitaba hacer 3 kilos al mes para poder que todo fuera rentable. Entonces cuando me va llevando me dice: “Por eso es que yo tengo que tener hombres armados, porque hay mucha delincuencia en la selva”. Yo empecé a sentirme un poco, pues con un cierto respeto, y cuando entramos al lugar lo primero que veo es una caseta, como una torre de madera con hombres con ametralladoras y yo en ese momento me imagino que así debía ser un campamento de las FARC o un campamento del ejército en la selva, era exactamente lo mismo, con hombres armados hasta los dientes. Y dije: “Madre mía, espero que no haya un ataque preciso en este momento”. Conocí eso y me apasionó. Por eso después, en el momento en el que yo lo conocí no sabía que iba a escribir esa novela, que iba a ser para mí tan importante. Por eso yo siempre tomo notas en los viajes, porque yo nunca sé… Yo siempre, es decir tengo la intuición de que más adelante voy a utilizar las cosas. Pero, por ejemplo, yo tengo cajones llenos de cuadernos con notas de viajes que todavía no he utilizado.

Entonces fíjense como cuando algo apasiona profundamente, porque al fin y al cabo… tú me preguntabas en origen por los viajes. ¿Qué es viajar? Viajar es también ser modificado por algo, por algo que no es tu entorno, verdad. Tú llegas a un lugar y ese lugar te modifica, el libro es el resultado de esa modificación. Lo que tú escribas es el resultado de lo que has vivido, de las cosas que has comprendido, o de las dudas y confusiones que has seguido teniendo, verdad. La primera vez, y con esto termino porque yo tengo tendencia a alargarme. La primera vez que yo estuve en Pekín, en China, yo llegué por la noche. Es muy raro llegar por la noche a los lugares, porque por la noche uno siente una cierta orfandad cuando está solo y viajando. Es mejor cuando uno llega por la mañana, es como más optimista. Pero por la noche, entre 6:30 y 7, es un momento en que uno necesita más bien estar como con un ser querido o con un libro, entonces llegar a un sitio tan nuevo para mí, en la noche fue un poco raro. Yo llegué a una casa donde me habían invitado, pero yo no los conocía, ni conocía la sociedad, ni nada. Y en la noche antes de darme la habitación en la que iba a dormir, la persona de la cas,a que era una señora canadiense que vivía en Pekín, pero que tenía una casa cuyo servicio era con gente de China que no hablaban ni inglés u otros idiomas. Ella me pregunta: “¿Y tú qué desayunas?”. Entonces yo le dije: “No pues yo me tomo un café y el resto lo que sea”. Entonces a las siete de la mañana al otro día todas las personas de la familia se habían ido, muy temprano, y yo me levanto en una casa donde había empleados chinos con los que yo no podía comunicarme y una casa además que yo no conocía, una casa muy linda, pero no la conocía. Entonces voy al comedor y llegan las empleadas chinas con una jarra de café y me ponen la jarra de café adelante y yo me sirvo, empiezo a servirme y ellas me miraban como con angustia unas y otras con risa. Les daba risa. Y yo más servía café y más me miraban angustiadas y otras se reían y era como una risa nerviosa. Y yo decía: “¿Qué cosa tan rara será tomarse un café aquí?”. Fíjense cómo es de distinto el mundo en otros lugares. Entonces yo me tomé mi café delante de ellas, entonces yo al medio día fui a hacer como unas vueltas, a caminar por el barrio. Les doy un consejo, cuando lleguen a un lugar que no conocen por primera vez, a un hotel o a una casa, lo primero que hay que hacer es ir a dar una vuelta en círculo, ver lo que hay en las calles traseras para conocer todo el entorno.Entonces eso es lo primero que yo hago. Entonces fui y di mi vuelta, hice algunas fotos, tomé algunas notas, quise como entender bien dónde estaba y ya cuando volví al mediodía y había una persona de la familia. Le dije: “Mira, esta mañana pasó algo extraño y es que yo estaba… me iba a tomar mi café y me miraban como si estuviera cometiendo un crimen. Más adelante supe que tomarse un café en el desayuno para aquella cultura del té es equivalente a tomarse un tequila. Esto lo aprendí viajando. Viajar es ser modificado. El libro, la novela, es el resultado de esta modificación.

Juan José: Santiago, te damos las gracias por habernos brindado este espacio de conversación tan agradable.

Sofía: Et on espère vous avoir à nouveau dans ce type d’activités, qui nous transmettent une passion littéraire. À bientôt.

Compartir en

Lecturas relacionadas