Comunicador social y periodista Universidad del Tolima Ibagué, Tolima, Colombia. Talleres literarios en los cuales participa: Taller de cuento; Hugo Ruiz Rojas, Universidad del Tolima, además asiste al taller de Relata, Escribarte, Ibagué.
Demencia

Aquel viernes; el policía llegó a su domicilio por la noche. Muy desconfiado, cruzó el sendero de la marquesina por entre la niebla azul y mientras avanzaba, una llovizna caía sobre los almendros. Acto seguido, pasó él a la entrada y abrió la puerta con angustia. Se sufría en lo íntimo maniático. Desde su posición, sentía palpitar los sentidos furiosamente. El hombre, dio a la vez unos cuantos pasos trémulos por la sala del hogar, que oscilaba en penumbras. Luego, sacó el revólver suyo del estuche del pantalón. Lo hizo con leve ruido. Pensó asimismo sobre la criminalidad en medio del instante agónico. De hecho, quería matar a su esposa hacía semanas. La suponía como un desespero para su corazón. Ella era una mujer de perfidia y era una rubia grosera. Pero lo peor del caso, fue que esta amante nunca dejó de acostarse con los vecinos del distrito, siempre procuraba tener sexo con ellos, toda fresca los cautivaba, se disfrutaba insaciable en lo pasional.

De modo que el hombre, por su resentimiento, fue ingresando al cuarto nupcial. Dio varias pisadas hacia adentro con sigilo. Sabía de este lugar con recuerdos. Generalmente, allí la mujer se divertía, viendo películas de misterio, lo hacía durante los nocturnos. Por esta credulidad, siguió andando hasta la cama, cuando entonces, yo pude observar desde el jardín, lista a la mujer con una pistola. Ella de por cierto estaba esperándolo hacía rato. Y obvio, apenas descubrió su silueta, primera soltó tres disparos contra la humanidad del policía. Eso los estruendos sonaron muy horrorosos. Se elevó ahí grave el pánico. Todo el espacio se puso tétrico. Más de súbito, fue cayéndose el señor como un muñeco gordinflón, quedando ya desparramado en el piso, chorreado de sangre.

Tras el otro sin final; yo volví a entrar en la casa y tuve que abrazarla a ella. Siendo precavido, la apreté contra mi pecho, subiendo cada vez más la fuerza y cuando fui solo furia, tuve que matarla a ella, tras una desnucada, forjada con mis propias manos.

Por tanto, debido al asesinato cometido, ahora estoy preso y aquí entre las rejas, purgo la condena, donde en las noches, deliro todo este drama.

FEDORVELT

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