‘Popayán’ de Andrea Ruiz

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Creo que nunca le dije que estaba enamorada de ella, pero recuerdo decirle “Sí” a todo lo que me proponía. Acepté tomar cerveza barata cuando nunca había tomado nada diferente a Ginebra. A ella le dije “Sí” cuando me llevo a un karaoke de mala muerte a cantar “Cuando pase el temblor” de Soda. Incluso […]
Comunicadora social de la Universidad del Valle, especialista en comunicación estratégica de la Universidad Sergio Arboleda y magíster en Gestión Pública de la Universidad de los Andes.
Popayán

Creo que nunca le dije que estaba enamorada de ella, pero recuerdo decirle “Sí” a todo lo que me proponía.

Acepté tomar cerveza barata cuando nunca había tomado nada diferente a Ginebra. A ella le dije “Sí” cuando me llevo a un karaoke de mala muerte a cantar “Cuando pase el temblor” de Soda. Incluso permití que me pintara las uñas cuando siempre me había negado a caer en ese “vicio banal”.

En aquel entonces cuando le dije impulsivamente “Sí, vamos a Popayán”, no tenía claro que eso que sentía era enamoramiento, o una clase de amor que me había negado a sentir por otra mujer. 

Nunca le voy a decir que lo primero que me hizo sentir fue enamoramiento, de ese que hace desaparecer hasta el criterio propio.

Aunque ahora es diferente, la amo. La amo como amo esos atardeceres que ví a su lado en el Cauca. Ahora es mi amiga, y a veces la añoro tanto como el verde de las montañas de Silvia. 

Y cada vez que la veo, me acuerdo de ese día comiendo carantanta, empanada de pipián y helado de paila. Cuando entendí que mi amor ya era correspondido, en forma de la amistad más firme que en la vida pude pedir. 

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