Si Filadelfia hablara, contaría que ahí estuvimos las dos, a las 4 a.m. tumbadas en un sofá, en un silencio cómodo que raras veces yo consigo tener.
Pasamos ahí en ese sillón como 4 horas mirándonos de reojo y riéndonos de lo estúpidas que éramos al no reservar hotel para pasar la noche. Esa estupidez que solo a personas tan egocéntricas como nosotras les sale natural.
Ahí, frente al Filadelfia city hall nos lamentamos de ser así, dos putas gotas de agua. Dos cerebros brillantes, empoderados pero cegados por el exceso de autoconfianza.
Entre risas, comida y compras dejamos las quejas. A pesar de llevar horas prometiendo cambio, salimos llenas de paquetes sin tener a dónde ir, pero con el ego elevado porque así somos nosotras. Si Filadelfia hablara diría que somos hermanas.
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