Tengo miedo. ¿Cómo no tenerlo? Ayer mi esposa volvió del Paro, estaba asustada.
─Estuve cinco minutos tirada en el piso, mientras desde Ciudad Balín nos disparaban, ─me dice.
Sudaba. Pedaleó lo más rápido que pudo, después de salir de la casa de un amigo mutuo que la resguardó. No sé si su transpiración era por el ejercicio, por la angustia y la impotencia que se siente cuando no se puede hacer nada. La vi llorar largo rato después de que sentó en el sofá, para descansar el cuerpo y liberar el alma.
2.
Andrea y yo tenemos una hija. Desde niña le hemos tratado de inculcar que no debe vivir con miedo, porque ambos creemos que ese sentimiento quita libertad. Hay que sentirlo, claro, pero también hay que enfrentarlo. Antes de que iniciara la cuarentena, vi a mi hija lanzarse desde un trampolín muy alto, en las piscinas de la Liga del Valle. Era su segunda semana de entrenamiento de clavados. Cuando terminó el entrenamiento, le pregunté qué había sentido.
─Nada papá, solo cerré los ojos ─me respondió.
3.
La taquicardia del miedo suena como un tambor roto, desacompasado, triste. Mientras mi esposa participaba en las actividades del paro, la sentí. Estaba dictando mi clase de ética, mientras ella trataba de salvar su vida e intentaba regresar a casa. Me sentí mal, porque no fui capaz de cancelar las clases, pues me da temor quedarme sin trabajo. Cuando vi a mi esposa regresar, pensé en que mi deber hubiese sido acompañarla, sin importar las consecuencias que ello me acarreara en la Universidad. Igual, de ahí ya me botaron una vez. Me sentí como un tambor roto, desacompasado y triste.
4.
Hace unas noches escuchamos un eco de voces que gritaba “Dios y Patria”. La noche anterior había sido terrorífica, además la orden de militarizar la ciudad ya estaba dada. Así que pensamos que los milicos habían llegado a nuestro barrio, un sector en donde vive mucha “gente de bien” y estudiantes. Andrea y yo salimos varias veces al balcón y nos asomamos, sigilosamente por la ventana. También escribimos al grupo de Facebook del barrio para saber si alguien veía al batallón que nos estaba invadiendo. Nadie en el sector, había escuchado nada. Pasó casi una hora, antes de darnos cuenta de que un vecino de la unidad estaba poniendo, a alto volumen, el discurso que el General Zapateiro dio a las tropas cuando aterrizó en Cali. Nos dimos cuenta, porque el discurso se repetía y luego sonaban los vallenatos de Silvestre Dangond. No pudimos dormir.
5.
La última vez que sentí un miedo profundo, fue hace un año, cuando me despidieron de la Universidad a la que me vine a trabajar. Habíamos planeado el futuro, sobre una promesa de un trabajo que parecía estable, algo que nunca en mi vida había tenido. Pero cuando inició la pandemia, la universidad decidió que ya no podía ser parte de su planta docente, porque no había el dinero suficiente para pagar tantos profesores. Sentí miedo, porque pensaba que mi familia aguantaría hambre; sentí rabia, porque no entendía lo que sucedía; sentí tristeza, porque había perdido una apuesta. Después de este tiempo, comprendí que era más rabia que miedo, aunque a veces, cada vez menos, me envuelve un sentimiento de venganza. He dado las clases de ética que me ofrecieron como “indemnización”, que además acepté, porque no tuve más opciones. Las dicto con amor y respeto hacia mis estudiantes. Parece que ellos me quieren.
6.
Tuve miedo cuando supe que iba a ser papá. Tuve miedo cuando alcé por primera vez a mi hija. Tuve miedo cuando la miré a los ojos. Ahora ya no lo tengo porque he comprendido, que ese sentimiento me acompañará hasta el día en que me muera y tengo que dominarlo.
7.
En este mes he visto por horas enteras las transmisiones del Canal 2. Mi esposa me contó que cuando el señor Tejada llegó a Univalle, lo recibieron con una lluvia de aplausos.
─Es un rockstar ─me dijo Andrea, cuando pudo respirar después de su llanto prolongado.
En los videos todos tememos que le peguen un tiro al cucho del Canal 2, por eso a él y a su camarógrafo, les donaron chalecos antibalas. Cuando veo las trasmisiones en vivo, pienso en Vasilli Grossman, reportero de guerra, autor de Vida y destino, esa novela memorable que retrata la vida de gente común, que vive en medio de una guerra.
8.
En el chat de compañeros del colegio, por estos días hemos discutido mucho sobre la situación del país y de la ciudad. Hay quienes mandan oraciones, otros que son escépticos y guardan silencio, hay otros que estamos de acuerdo con la causa de los jóvenes que se están enfrentando a la muerte, y otros que piensan que todo se puede arreglar a plomo. Después de esas discusiones termino triste y cansado, porque los quiero y no logro entender, por qué es tan difícil elegir entre la vida y la muerte.
9.
Los estudiantes en la Universidad en la que trabajo, me han dado una lección de ética, de dignidad. Cuando empezó el paro, la universidad decidió que debíamos continuar con las actividades académicas. Pero ellos, que entienden mejor el mundo que nosotros y que la universidad, decidieron parar y no conectarse a las clases. Decidieron solidarizarse con los compañeros que estaban en la resistencia, muchos de ellos, estudiantes de la misma universidad. Los admiré, los aplaudí, los alenté y les agradecí. Si en mis manos estuviera a todos les pondría 5.0, pero no se puede, es sospechoso que todos saquen la máxima calificación en la universidad en la que trabajo, así, ellos le enseñen a su profesor el significado de la dignidad y la solidaridad.
10.
Pensé: si fuese millonario, armaría a los pelados de la primera línea para que se defendieran. Me temblaron las piernas.
11.
Tengo miedo de salir a la calle. De no volver a casa, temo por el futuro de mi hija, por la vida de mi esposa, por mi propia vida ¿Cómo vivir así? Si el miedo se nos metió entre las cobijas para no dejarnos dormir. Si el miedo es el sonido de un helicóptero que pasa de día y de noche. Si es una bomba que explota en cualquier lugar. Si el miedo es el mensaje de tu amigo que vive en Puerto Resistencia y te pide el favor que divulgues los videos que hace porque ya le bloquearon las redes sociales. Si el miedo es tu hermano que está en Popayán tratando de ayudar a un chico detenido en la marcha, para que no lo vayan a desaparecer. Cómo vivir tranquilo, si no sabes si tus estudiantes van a volver a asistir a clase, ilesos; si temes perder el trabajo, si un virus te va a matar. Si tu hermana no duerme porque le da miedo que el traqueto de enfrente dispare en medio de la fiesta y una bala perdida entre a su casa y pueda herir a su hijo. Cómo vivir, si esos niños que están en la calle se enfrentan a una cruzada, igual a la que relató Marcel Schowb. Cómo vivir con un miedo que hace metástasis. Cómo vivir entre el hedor putrefacto del miedo. Cómo…