Mi amor pandémico sonríe poco, pero cuando lo hace, lo ilumina todo.
Mi amor pandémico me abraza y es como si la vida se encapsulara en ese instante que ambos sabemos perecedero. En esos segundos alargados por el efecto de nuestros cuerpos pegados, tibios, blandos y olorosos.
Mi amor pandémico se parece a un gato, uno de esos esquivos que sólo se deja consentir cuando quieren, no antes, no después. Mi amor pandémico es como una canción de Fito Páez. No puedes explicármelo, no hay forma de explicárselo.
Mi amor pandémico es un rock and roll, es un reggaetón, es Alcolirykoz entrelazando rimas, ritmos y calle.
Mi amor pandémico me confunde, es incierto, es esquivo, es rebelde, es fugaz, es volátil.
Mi amor pandémico busca algo, no sabe qué es, no sabe cuándo, no sabe dónde.
Mi amor pandémico se parece a otros amores. Los he vivido antes, los he visto en las películas de Woody Allen, los he leído alguna vez.
Mi amor pandémico no es mío, no es de nadie.
Mi amor pandémico corre, corre en todas las direcciones, nunca para de correr.
Está y no está. Lo imagino a mi lado cada tanto, y ya no sé qué parte de él es mi invención y qué parte de él es realidad.
Mi amor pandémico no es amor. Es circunstancia. Es riesgo. Es casualidad.
Es un chat. Es una canción. Es su mirada. Es mi sonrisa. Es su voz. Es esto que escribo.
Son sus miedos agazapados, sus excusas disfrazadas. Su querer y no querer. Son mis miedos camuflados, son mis excusas planeadas. Mi querer y no querer.
Ese amor se parece a este segundo año pandémico.
Incierto. Esquivo. Rebelde. Fugaz. Volátil.
Pandémico.