En Las preocupaciones de Miguel Ángel Manrique se narra la cotidianidad atravesada y modificada por un elemento de carácter fantástico: por ejemplo, en “Genética popular” un televisor tiene agencia y transforma la rutina de una familia y en “Causas naturales” el grito de Ionesco, conservado en una botella, revierte momentáneamente los síntomas del Alzheimer en un anciano. En los relatos, además, hay un tratamiento ligero -que algunos lectores denominarían humorístico- de temas graves: la corrupción, el crimen, la vejez, los conflictos familiares, el trabajo y el ocio, la jerarquía social, el amor, la influencia de los medios y la cultura popular, y otros. Lo humorístico se manifiesta también en la forma en que está dispuesta la estructura de los cuentos: Manrique se burla –juega- de las certezas del lector y las destruye; certezas con respecto al tiempo, espacio y narrador en el relato. El lector se descoloca mediante los giros y, tanteando, se ubica nuevamente según los indicios del cuento, solo para perderse de nuevo.
La disposición de los cuentos genera incertidumbre sobre el género: el lector se enfrenta a un texto al que, inicialmente, no sabe si categorizar como novela, pues en Las preocupaciones hay una ilusión de continuidad entre los relatos. Finalmente, el lector descubre que el texto está compuesto por un cuento extenso, intercalado por relatos breves. El cuento extenso se denomina Cannabis y cía., que -además de fragmentado- no es lineal cronológicamente, pues inicia con la narración de las circunstancias en la que muere un fiscal y finaliza con un encuentro entre el personaje Junior Rodríguez y el funcionario público, previo a su muerte.
La incertidumbre se extiende hasta los personajes: ¿acaso están basados en personajes reales o son puramente ficcionales? El lector identifica en el fiscal Ordóñez una posible referencia al ex-procurador Ordóñez y en el científico que sufre de Alzheimer, una alusión a Llinás. Asimismo, el narrador introduce en el universo a bandas como los Rolling Stones, los Guns and Roses y a los Headcleaners, una banda nacional. De esta manera, los ubica en un mismo nivel de realidad, por lo que el lector se ve obligado a buscar en la red una banda inexistente. Esta sensación de realidad es reforzada por la evolución en el tiempo de los personajes en Cannabis y cía., que cobran densidad a medida que avanza el relato. Sensación sumada a una constante búsqueda de la relación existente entre todos los personajes que llevan el apellido Rodríguez: ¿son el mismo personaje en distintos momentos de su vida? ¿Son distintos personajes emparentados, que conocen o desconocen su lazo? ¿O son variaciones de un mismo personaje que pertenecen a distintas dimensiones de un universo, como los personajes que en “Genética popular” se ven a sí mismos en el tv?
En la dimensión temporal de algunos relatos ocurre algo similar: en “Rodríguez bar” un narrador omnisciente cuenta la historia de un hombre (Rodríguez) que solía tener un buen puesto en una compañía millonaria y que luego se convierte en el dueño del bar en el que atiende a un cliente (¿dueño de la compañía?), a quien dirige el relato de su vida. En el relato hay saltos temporales a las distintas épocas de la historia y el lector supone que el personaje, cuyo discurso es introducido por ese narrador en tercera persona, cuenta su pasado al hombre en el bar, pero en un punto del cuento parece que Rodríguez relatara su historia -en un tiempo anterior y en un espacio distinto- a la que habría de convertirse en su esposa actual. De ahí que el lector dude sobre la ubicación temporal y espacial del personaje. De nuevo, el autor destruye sus suposiciones y éste se ve obligado a una relectura, a una reconsideración de sus certezas.
De otra manera, el autor explora las profundidades del ahora. En “Terapia budista” se alterna entre lo que uno de los personajes piensa y lo que dice, y en “Las preocupaciones” el narrador se adentra en el futuro que un personaje imagina. Lo imaginado cobra el carácter de experiencia vivida. Por esto, cuando el narrador devela que es producto de la fantasía del hombre, el lector se desorienta y se pregunta por los límites entre la fantasía y la realidad que propone el texto.
En “Causas naturales”, se alternan también, sin transición alguna, la conferencia de un científico que hace recomendaciones para preservar la vitalidad durante la vejez y la narración de una velada romántica entre éste y su mujer, una vez que el Alzheimer ha causado estragos en su memoria. Así, se construye una historia cuyo asunto (el irónico caso de un científico afectado por el mal que buscaba contrarrestar) es abordado desde dos perspectivas –la del científico y la de una tercera persona- que focalizan su atención en dos momentos distintos de una vida. Con esto, desde el inicio del texto, Manrique deja claro que lo único indemne en sus cuentos es la unidad temática. Otras presunciones sobre el deber ser de un cuento se deconstruyen a lo largo de Las preocupaciones.
La deconstrucción en estos relatos responde no solamente a la percepción que el autor tiene del cuento como género, sino también a la necesidad de que la literatura responda a la percepción de la realidad, que necesariamente es fragmentada. Esta fragmentación, en vez de contemplarse como imposibilidad, da paso a la alternancia de tiempos, espacios, narradores y/o focalizadores, y al contacto de la fantasía y la realidad, para la construcción de un mundo autónomo que funciona según sus propias reglas y evade e incluso subvierte las reglas del género y las reglas de la percepción, producto de una tradición que ha moldeado el pensamiento del hombre para que organice sus relatos de manera lineal y acabada. Manrique propone una manera distinta de contar en la que hay una libertad de desplazamiento entre la fantasía, la realidad, las dimensiones temporales y espaciales, pues en Las preocupaciones se encuentran separadas y a la vez confluyen en un mismo punto: el relato.