Siempre me han dicho que soy una persona tranquila, que proyecta seguridad y calma.
Siempre me he preguntado ¿cómo lo hago? Porque realmente más que la certeza de serlo, tengo el deseo de serlo.
Me pregunto incluso ¿qué es eso de la tranquilidad?
La RAE define a algo o alguien tranquilo como “algo quieto, sosegado, pacífico. Dicho de una persona: Que se toma las cosas con tiempo, sin nerviosismos ni agobios, y que no se preocupa por quedar bien o mal ante la opinión de los demás.”
Creo que estoy lejos de ser una persona “quieta”, pero estoy cerca de ser “sosegada” y de no preocuparme mucho por la opinión de los demás. Pero más allá de eso, para mí la tranquilidad sí tiene que ver con el tiempo, con tener tiempo para ver el movimiento de las nubes gordas que, lentas pero seguras, se mueven en el lienzo azul del cielo. Tiempo para darle besos a mi gato, para apachurrar su cuerpo sobre mi pecho, para mirarle detenidamente el largo de los bigotes y para no despertarlo cuando está acurrucado entre mis brazos.
Tiempo para leer y re leer, para sumar un libro más cada vez, para repetir las frases que me inquietan o me sorprenden, para subrayarlas y luego olvidarlas. Para sorprenderme cuando las vuelvo a leer. Tiempo para tomar una copa de vino o un té caliente, para escuchar las canciones de siempre.
Tiempo para cocinar lo que se me ocurra, para tomarme sorbo a sorbo un ramén caliente y granito a granito una taza de esquites. Tiempo para reír con los amigos, para festejar la dicha de las amigas, para bailar cualquier canción y para cantar todas las que me sé, y las que no, también.
Tiempo para recordar a mi madre, a mi padre, para añorar los días a su lado.
Tiempo para pensar en el mar, en los viajes que aún no hago, para ver las fotos de los que he hecho, para sonreír con esos momentos felices que llegan como flashback de otros tiempos, de otra vida, de otra yo. Tiempo para esto, para escribir sobre el tiempo, sobre la tranquilidad para hacerlo.
Hoy por hoy, mi máxima aspiración es tener una vida tranquila, es ser tranquila.
En un mundo azaroso, afanado, nervioso y por ende, caótico, la tranquilidad es tesoro.
Colofón: Cuando pienso en tranquilidad, y cuando la busco, voy a cierta música en particular, y ahí, en primer lugar está siempre está canción.
“No somos más
que una gota de luz
Una estrella fugaz
Una chispa, tan solo, en la edad del cielo
No somos lo que quisiéramos ser
Solo un breve latir, en un silencio antiguo con la edad del cielo
Calma, todo está en calma
Deja que el beso dure
Deja que el tiempo cure
Deja que el alma
Tenga la misma edad, que la edad del cielo”