#LaPostal ‘Esa playa de Copacabana’

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#LaPostal es una propuesta creativa en la que la periodista Isabel Salas escribe relatos posibles a partir de fotos tomadas en diferentes lugares del mundo por el fotógrafo colombiano Michael Vanegas.    Ya son cuatro, casi cinco años, sin verla. Aún sueño con ella. Escucho el estruendo de su risa y siento el olor de su cuello. El […]
Comunicadora social de la Universidad del Valle, especialista en comunicación estratégica de la Universidad Sergio Arboleda y magíster en Gestión Pública de la Universidad de los Andes.
Copacabana

#LaPostal es una propuesta creativa en la que la periodista Isabel Salas escribe relatos posibles a partir de fotos tomadas en diferentes lugares del mundo por el fotógrafo colombiano Michael Vanegas

 

Ya son cuatro, casi cinco años, sin verla. Aún sueño con ella.

Escucho el estruendo de su risa y siento el olor de su cuello.

El sueño es el mismo, estamos en esa playa de Copacabana y sé que nos quedan dos meses juntos.

Sé que ese verano será el último para los dos, sé que se irá y no puedo hacer nada para impedirlo.

Ella sonríe, sonríe y me abraza. A veces sus ojos son vidrios a punto de romperse. A veces son los míos.

Siempre despierto sobresaltado, molesto por soñarla, soñarla y saberla lejos, saberla viviendo otra vida que yo no habito.

-Tienes que revisar tus sentimientos frente a ese sueño para que puedas encontrar lo que no has cerrado- me dice mi terapeuta, como si supiera algo de mí que yo no sé.

Solo estoy molesto porque ella es pasado y mi mente sigue anclada a ese momento, a esos últimos días en los creí que éramos felices, a esos instantes previos al fin. Intento explicarle siempre esa justificación que  he armado en mi cabeza. 

-¿Te has preguntado si estar aferrado al pasado es lo que no te ha permitido volverte a enamorar?- me pregunta, como si su trabajo fuera inventar acertijos con mi vida. 

Resoplo. Llevo 10 meses de terapia para que la ceja alzada de esta mujer me haga preguntas para las que no tengo respuesta. 

Hoy me hizo hablarle a un cojín. 

Llevé la foto, el único recuerdo físico que tengo de ella. Me hizo recostarla sobre el cojín con el que adorna el sofá en el que me siento cada semana y me pidió que le dijera lo que no había podido decirle a ella al irse.

Me quedé en silencio. 

¿Reclarmarle por alejarse sin explicación? 

¿Preguntarle por qué no hubo un mensaje, una llamada, un hasta aquí llegamos tú y yo? 

¿Hablarle de mis desvelos y las teorías que inventé para justificar su ausencia?

¿Explicarle que intenté buscarla? 

¿Decirle que me detuve como estatua al saberla amando otra vez, lejos de mí? 

¿Contarle las historias que escribí para llenar los días sin ella?

Me paré de la silla de un tirón. El cojín, la foto y mi terapeuta se quedaron ahí, en ese cuarto de dos metros por dos. 

No hay nada que tenga ya para decir.

 

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