Te quiero de segunda mano, por Tatiana Villa

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Todo transcurre en el comedor de un apartamento, es de noche, podemos ver a una mujer supremamente arreglada organizando una mesa aparentemente para cenar, lleva puesto un vestido rojo notablemente de baja costura pero hermoso, zapatos altos y labios color rojo también, así como ella todo es rojo: el mantel que cubre la mesa, velas […]
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Te quiero de segunda mano

Todo transcurre en el comedor de un apartamento, es de noche, podemos ver a una mujer supremamente arreglada organizando una mesa aparentemente para cenar, lleva puesto un vestido rojo notablemente de baja costura pero hermoso, zapatos altos y labios color rojo también, así como ella todo es rojo: el mantel que cubre la mesa, velas y cortinas, sobre la mesa hay rosas rojas artificiales, spaguetti, papas fritas, ensalada, postre de limón. Los utensilios que utilizan para comer son de plástico, hay dos sillas, cada una ubicada en cada extremo, la mesa se ve exquisita y sin ninguna imperfección, alrededor se puede ver un exagerado desorden que contrasta con todo lo descrito anteriormente: ropa desdoblada en el suelo, un stand de libros completamente desorganizado y empolvado, pero con una fotografía de una pareja recién casada intacta, una radio con cds puestos alrededor, cuadros quebrados y mal puestos, se puede ver un gran cuadro de un gato negro sonriente sobre una silla, tres lámparas de las que solo funciona una distribuidas por el espacio. Por momentos se logra escuchar el sonido de carros pasando, personas caminando, y un gato maullando. La mMujer continúa dando los últimos retoques a la mesa, hasta que oye la puerta de la casa abrirse, toma su labial y un espejo mirándose por última vez, aplica un poco de aromatizante, por último se sienta muy femenina y decentemente en una de las sillas con una gran sonrisa.

Se oye el maullido de un gato: HOMBRE: shhh,

El Hombre entra al lugar, vestido con un traje gris no muy elegante pero formal, camisa blanca y corbata roja, su cabello se ve algo despeinado, su rostro se muestra neutro, ni una sonrisa ni un gesto de desagrado, lleva consigo un maletín pequeño y una botella con agua, sigue derecho hasta la silla del comedor, se sienta, pone sus cosas sobre el suelo, se desata un poco la corbata, lanza un suspiro como de alivio y descanso, muy frecuentemente mira el reloj que trae puesto en su muñeca izquierda, cada vez que lo hace levanta sus cejas como un pequeño gesto de sorpresa, bebe agua de su botella, la mujer continúa allí con la misma sonrisa pero su respiración se nota un poco más agitada, él no mira a la Mujer hasta el instante en que ella decide romper el silencio.

MUJER: ¿cenamos? (sin respuesta alguna le sirve la comida en uno de los platos y lo pone a su lado)

HOMBRE: (La mira, después de una breve pausa responde) si, claro. La comida es importante, es lo único que no debemos dejar pasar.

MUJER:(siempre mostrando un entusiasmo que en ocasiones parece ser demasiado exagerado) Debes probar el postre, lo hice hace un tiempo.

HOMBRE: ¿hace cuánto?

MUJER: No lo sé, hace tiempo, sólo que no habíamos…

HOMBRE: (INTERRUMPIENDO) ¿no estará vencido ya?

MUJER: (con una risa entrecortada) No lo creo, estuvo siempre en el refrigerador y lo que se congela se conserva. Y las papas…hmmm estuvieron esperándote también, ¡ah! y la ensalada tiene un toque de limón amargo como tanto te gusta.

HOMBRE: ¿cómo no iba a tener limón esta ensalada? me conoces perfectamente, desde siempre, a veces llego a pensar y aunque eso suene imposible, diría que me conoces más de lo que yo mismo podría conocerme. (PAUSA) están ricas las papas.

MUJER: ¿sabes? yo creo que deberíamos volver esto un poco más romántico; traeré algo de beber de nuestra nevera y pondré un poco de música. (SALE)

HOMBRE: Lo que se congela se conserva…Cuanta razón hay en esa frase (hay un silencio, el hombre se levanta, camina por el lugar, toma la fotografía que se encuentra sobre el stand de libros, solo la observa, no hay ninguna reacción, no se nota nada en su rostro)

MUJER: (ENTUSIASMADA) Aquí está, traje vino porque se que es lo único que te gusta beber, es un vino de una marca extraña, sabes que nunca he sabido diferenciarlos, pero es rojo, como tu color favorito (sirve vino en los vasos de plástico, intenta brindar pero él lo bebe de inmediato) ¿quieres más? (no responde) ¡ya sé! Bailemos, pero la música la escogeré yo porque tú para eso nunca has tenido buen gusto (enciende la radio, toma uno de los cds que están alrededor y se escucha suavemente un instrumental de música italiana) Los personajes empiezan a bailar. La Mujer trata de buscar la mirada de hombre que se encuentra perdida observando el lugar, ella tiende sus brazos en sus hombros, mientras que él no se inmuta, sus brazos están sueltos, sus pasos son muy sutiles casi que parece que no estuviera realizando ningún movimiento.

HOMBRE: ¿por qué todo está tan desordenado?

MUJER: desde hace mucho tiempo todo está desordenado, pero tú no te has dado cuenta, mira: ropa de hace un mes, cuadros que se cayeron y nunca recogimos, libros que ni lees pero los coges y después los tiras… (maullido de gato)

HOMBRE: (con molestia) shhh..agg ¡odio los gatos!

MUJER: (soltando al hombre) :miss miss miss, mss mis miss

HOMBRE: (Toma el espejo de mano de la mujer, se observa por un momento, se toca las mejillas, luego la nariz y por último los labios, mientras esto ocurre se sigue oyendo el llamado a los gatos de la mujer)

MUJER: (la mujer mira al hombre) siempre lo oigo pero nunca está.

HOMBRE:(el hombre suelta el espejo y vuelve en sí) ¿A quién?

MUJER: Al gato.

HOMBRE: hace un ruido insoportable

MUJER: yo no diría insoportable, digamos que es casi el único ruido que logramos tener acá en nuestra casa.

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